Hay buenas intenciones. Muchas.
Pero también hay límites que no solemos mirar. Podemos seguir haciendo más de lo mismo, esperando resultados distintos
o podemos detenernos.
Te invito a explorar lo que también se juega detrás de nuestras frustraciones como habitantes. Porque no todo es culpa del otro, del Estado, del ignorante, del mercado.
Habitamos una misma realidad, pero desde posiciones tan distintas que cuesta reconocernos en ella. Esa distancia nos confunde, nos enfrenta.
Por eso… ni ellos ni nosotros somos los responsables absolutos. Cuesta admitirlo, pero al parecer todos formamos parte de lo que no funciona.
Hay dimensiones de la conducta humana que desconocemos y que, al hacerlo, también las perpetuamos.
Lo que sigue es una invitación: compartirte lo que no sabía, y que me permitió empezar a comprenderme –y comprender al otro en el juego– desde otro lugar.
HAY DIMENSIONES DE LA CONDUCTA HUMANA QUE DESCONOCEMOS TOTALMENTE
II- EL INDIVIDUO AUTO-PRODUCIDO
Pierre Bourdieu mostró que la llamada movilidad social no depende solo del mérito individual ni del esfuerzo personal, sino de la distribución desigual de distintos tipos de capital —económico, social, cultural y simbólico— que estructuran las oportunidades de cada persona.
Seguimos aferrados a la idea de que “quien quiere, puede”, como si la voluntad bastara para escapar de las condiciones que nos configuran.
En pleno sigo XXI seguimos creyendo, que con fuerza de voluntad –y un buen plan de gobierno– se solucionan los asuntos.
Esta sigue siendo la creencia esperanzadora a nivel global, porque permite –a algunos–liberarnos de la responsabilidad
asociada al fracaso, lo que más tarde criticamos y juzgamos.

Esta es la narrativa del individuo auto-producido. No solo niega el peso de las estructuras sociales, sino que también borra lo que hacemos junto a otros: lo que nos forma, nos sostiene y nos limita.
Libros de autoayuda, modelos prefabricados y otros modernismos nos ofrecen a pensarnos como unidades aisladas, responsables absolutas de nuestro destino, cuando en realidad somos el resultado de una red de relaciones, privilegios y ausencias que definen nuestras posibilidades.
III- LO AFECTIVO COMO SOSTEN INVISIBLE DEL SISTEMA
Lo que sentimos –y lo que se nos enseña a sentir– también organiza el mundo.
Me di cuenta cómo las emociones colectivas (miedo, culpa, orgullo, rechazo, culpar a los políticos de todo) actúan como engranajes invisibles del sistema.
Lo que sostiene la movilidad desigual y la ilusión del individuo auto-construido no es solo nuestro modelo económico, sino también un conjunto de sentires compartidos, esperanzas, miedos, culpas, silencios y justificaciones que operan en lo cotidiano.
¿Sientes algo de esto?